Cultivar el futuro desde los huertos urbanos
Texto: Marcos Vinagrillo
Fotografías/Ilustraciones: Aranza Rodriguez
Publicada el domingo 17 de septiembre de 2023 en la columna Crónicas del Antropoceno en el periódico EL INFORMADOR
Septiembre 18, 2023
Cultivar es un ejercicio de empatía, ese acto voluntario de salir del ego e intentar entender la vida de otros seres para actuar en el beneficio mutuo
En el Museo de Ciencias Ambientales desarrollamos el Jardín Educativo, un huerto urbano en medio del Centro Cultural Universitario de la UDG. En el imaginario colectivo estos espacios parecieran enfocarse en cultivar verduras, pero la realidad es que cosechan mucho más que eso.
Las ciudades son hijas del campo, nacieron cuando tuvimos la capacidad de producir suficiente alimento con menor fuerza de trabajo, por lo que algunas personas se podían enfocar en crear más arte, ciencia y tecnologías con las que edificar las ciudades actuales, la máxima tecnificación del paisaje.
Ya que las urbes evolucionaron separándose de los paisajes rurales, se abrió la famosa brecha entre “lo artificial” y “lo natural”, que nos hizo olvidar que todo ser humano es un ser orgánico y, por lo tanto, todes cultivamos por lo menos nuestro propio organismo.
Cultivar implica entender un sistema, alimentarlo con lo que necesita, retirar lo que lo afecta y disfrutar lo que produce, la vida misma es un constante proceso de cultivo y en este sentido, debemos reconocer que la ciudad es entonces, un espacio para el desarrollo de la vida.
Sin embargo, la organización actual de lo urbano no contempla del todo las necesidades de lo orgánico y es justo esto lo que cuestionan los huertos urbanos, son ejercicios contra-discursivos que desafían a la ciudad capitalista a través de mantener el suelo vivo. En otras palabras, un huerto urbano es un portal al mundo orgánico, que nos permite, a través de cultivar la vida de otros seres, reconectar con nuestra propia naturaleza y revalorar nuestras relaciones con el agua, el sol, el suelo, las demás especies y nuestro propio cuerpo.
Cultivar es un ejercicio de empatía, ese acto voluntario de salir del ego e intentar entender la vida de otros seres para actuar en el beneficio mutuo. Las personas que colaboran juntas para mantener un huerto terminan generando lazos simbólicos y códigos morales que fortalecen la ciudadanía. Respeto, observación, curiosidad, tolerancia, diálogo, cooperación, responsabilidad, son todas habilidades que se ejercitan en los huertos urbanos. Por lo tanto, todo huerto urbano es un espacio educativo.
Los huertos urbanos también ayudan a mitigar el impacto ambiental de las ciudades, generando alimentos, recargando los cuerpos de agua, reduciendo el CO2, la contaminación lumínica y sonora e incluso creando santuarios para la biodiversidad urbana. Pero la realidad es que aún llenas de huertos, las ciudades actuales serían incapaces de producir todo el alimento que sus habitantes necesitan, consideremos que alrededor del 11% de la superficie del planeta son campos agrícolas en comparación al 2% que ocupan las ciudades.
Sin embargo, la relación que tenemos con el alimento cambia cuando dejamos de ver a las verduras y las vacas como productos del supermercado y comenzamos a comprenderles como seres vivos, además de revalorar la labor de las personas que trabajan en el campo.
En un mundo capitalista donde la industria alimentaria tiene gran impacto en la destrucción del ambiente, es imperativo desarrollar nuevas formas de relacionarnos con el alimento, la ciudad y nuestro ser, es precisamente esto lo que se cultiva en los huertos urbanos: el futuro.