¿Es la crisis ambiental una pieza en la salud humana?
Texto: Carol Perelman
Fotografías/Ilustraciones: Fernanda Gonzalez
Publicada el domingo 18 de febrero de 2024 en la columna Crónicas del Antropoceno en el periódico EL INFORMADOR.
Febrero 19, 2024
Conduzcamos nuestro día a día manteniendo un enfoque sustentable porque lo que le ocurre a nuestra Casa Común también afecta la calidad y cantidad de vida.
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Cada tiempo manifiesta en el rompecabezas de sus noticias los síntomas de las
dolencias más profundas del momento en turno. Y si revisamos los sucesos de los
últimos meses, entre las habituales coberturas políticas, financieras, de farándula y de
deportes, encontramos, notas periodísticas que abordan la intensificación tan abrupta e
impredecible del huracán Otis en las costas de Guerrero, los atípicos y mortales
incendios en Viña del Mar en Chile, el anuncio de la Organización Panamericana de la
Salud que contabilizó un aumento no visto desde 1980 en la incidencia de casos de
dengue en la región, el reporte de al menos 9 muertos por los inéditos ríos atmosféricos
en California -que supuestamente vivía una sequía-, el generoso ofrecimiento de
Australia de recibir paulatinamente a los 11,200 habitantes de los atolones de Tuvalu, el
comentario de Tedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la
Salud (OMS) en el Foro Económico Mundial celebrado en Davos sobre la urgencia de
estar preparados para la posible emergencia por un patógeno mortal nuevo -la
enfermedad X-, la publicación que expuso la enorme concentración de microplásticos
hallados en las botellas de agua de plástico, el registro de al menos 249 muertes
durante las abrumadoras olas de calor entre marzo y julio en México, y la exacerbación
de crisis respiratorias cuando el cielo de Nueva York se pintó de naranja por los
incendios en Canadá. Todos ellos sucesos que coinciden en ser inéditos y sorpresivos,
para los cuales no estábamos preparados, cada uno con graves consecuencias, y que
a simple vista parecieran ser desafortunados eventos aislados, pero que, en realidad,
mantienen entrelíneas un sigiloso vínculo peligroso de obviar y que tienen un
indisoluble nexo con nuestro bienestar que más vale evaluar.
Pregunto, ¿será casualidad que coincidan con el reporte oficial de que el 2023 ha sido
el año más caliente de la historia moderna de la humanidad?... Quizás tendría más
sentido comenzar a ver el panorama con otra perspectiva, con una mirada más
completa, y antes de enfocarnos en cada una de las partes, y de analizar los eventos
particulares, debiéramos cambiar el paradigma y concentrarnos en el sistema como
uno solo. Después de todo, como lo dijo el año pasado Tedros Adhanom: la crisis
ambiental es inequívocamente una crisis en salud.
Hoy, indiscutiblemente estamos presenciando una triple crisis ambiental donde la
acelerada pérdida de la biodiversidad, el incremento en la contaminación y
acumulación de residuos, se suman al inminente cambio climático. Cada uno con sus
respectivas causas, elementos y matices, pero en conjunto irrumpiendo con el equilibrio
de los ecosistemas y atentando contra nuestra salud. Y esto no es nuevo, ya desde
hace varios años, algunos como el médico y profesor noruego Per Fugelli ya advertían
que “el paciente Tierra está enfermo y que urgía encontrar un diagnóstico y
tratamiento”, sentando con ello las bases desde 1993 para el concepto de Salud
Planetaria que justamente visibiliza la interrelación entre el desbalance ambiental y la
salud humana.
Y en este sentido es que, en 2015, la Revista The Lancet lanzó una comisión especial
para estudiar a fondo y con el máximo rigor científico esta relación, encontrando, en
cada publicación la evidencia necesaria para robustecer nuestro entendimiento y poder
tomar acciones hacia la prevención, mitigación, la preparación y su manejo.
Finalmente, nuestros sistemas de salud tendrán que ser lo suficientemente resilientes
como para responder ante los retos que esta nueva realidad ya comenzó a imponer en
la salud de la población y de cada uno de sus integrantes.
Incluso, el impacto de la problemática ambiental a la salud humana es ya tan evidente,
que por primera vez desde que iniciaron las Conferencias de las Partes de Naciones
Unidas por el Cambio Climático (COP) en 1995, se designó un día especial, el 3 de
diciembre de 2023, para abordar el tema de la salud en la última COP28 en Dubái.
Increíble, pero nunca en una reunión climática se había considerado el aspecto de la
salud; históricamente las conversaciones se habían centrado en las energías limpias,
en la economía y las finanzas, en estrategias concretas por el clima, en el transporte,
en la urbanización, hasta en la educación, agricultura, uso de suelos, equidad, agua,
entre muchos otros. Había que hacerlo. La interrelación con la salud humana es
innegable. La OMS estima que entre 2030 y 2050 el cambio climático ocasionará
aproximadamente 250,000 muertes adicionales anuales en el mundo sólo
considerando a la desnutrición, malaria, diarreas y golpes de calor.
Haciendo un recuento, la definición de salud planteada en 1948 y usada hasta el día de
hoy por la OMS es “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no
solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Pero ya sabemos que, aunque
son necesarios el cuidado físico, mental y social no son suficientes para procurar una
buena salud que nos dé más años y de mayor calidad. También es esencial contar con
políticas de salud pública que además de hacer accesibles programas de prevención
como los tamizajes, monitoreos y la vacunación, cuente con la posibilidad de ofrecer
tratamientos de calidad, eficaces y oportunos. Pero esto tampoco es suficiente. A
meses del fin de la emergencia por COVID-19, y aun viviendo la pandemia, es evidente
que la salud global es también un ingrediente esencial: lo que sucede en Wuhan sí
puede afectar lo que ocurre en Zapopan. Pero además, la coexistencia humana con
especies animales y sus hábitats que se engloban en el concepto de Una Salud
reconoce que nuestra salud también depende de la salud animal dado que
aproximadamente el 7 de cada 10 enfermedades infecciosas, como rabia, influenza,
HIV, Zika, tienen un origen zoonótico; surgen por la convivencia estrecha entre
humanos y especies animales domesticados o silvestres, en parte por nuestra invasión,
pero también por la pérdida de los ecosistemas que los contienen. Y ahora
comprendemos que además dependemos de los sistemas planetarios como los climas.
Así, involucrando en la compleja ecuación a la Salud Planetaria nos reconocemos
como parte de un todo llamado planeta Tierra que urge repararlo para reconquistar la
armonía de todos, y cada uno de sus integrantes.
El aumento de la temperatura provoca eventos climáticos extremos, de mayor
intensidad y frecuencia, además de derretir los casquetes polares y cambiar la
distribución y ecología de vectores y alergenos, así como la migración y reproducción
de algunas especies. Si miramos más de cerca, Otis no sólo fue un tremendo huracán
que provocó traumatismos; la repentina tempestad de ese calibre y más cuando no se
tenía la infraestructura lista, disparó los casos de dengue, las diarreas por falta de agua
limpia, complicó a pacientes crónicos que no recibieron su atención rutinaria, además
de impactar la salud mental por las incontables pérdidas. Los incendios en Chile
causaron al menos 115 muertes, pero, además, hubieron intoxicaciones, alergias,
agravamiento de asma y la calcinación de especies únicas que estaban bajo cuidado
de conservación en el Jardín Botánico local, como el árbol toromiro ya extinto de su
hábitat natural. A su vez, el aumento en el nivel del mar amenaza con desaparecer los
atolones del Pacífico que conforman a Tuvalu obligando a sus habitantes a hacer una
versión digital de su país, y a dejarlo todo atrás y migrar para salvar sus vidas. Dos
tercios de los oasis de Marruecos han desaparecido, las sequías ponen en riesgo la
producción de alimentos, socavando la seguridad alimentaria. La contaminación del
aire causa severas enfermedades cardiorrespiratorias crónicas, la exposición a metales
pesados puede incrementar el riesgo a desarrollar algunos tipos de cáncer y los
residuos que liberan micro plásticos podrían provocar neurotoxicidad, disrupciones
endócrinas, metabólicas, afectación a la salud reproductiva e incluso de la mircobiota.
La pérdida de la biodiversidad merma no solo la posibilidad de la provisión de
conocidos y nuevos medicamentos, como la escasez del hongo cordiceps en Butan,
uno de los insumos de la medicina china, a causa del aumento de la temperatura, sino
también desequilibrando los ecosistemas que mantienen todas las formas de vida, y
limitando nuestra posibilidad de admirarlos, de educar, recrear, aprender y explorar.
Pensemos a partir de hoy en nosotros como en parte de un todo mayor. Conduzcamos
nuestro día a día manteniendo un enfoque sustentable porque lo que le ocurre a
nuestra Casa Común también afecta la calidad y cantidad de vida. Así, tomando
mejores pequeñas decisiones podremos cada uno desde nuestra trinchera (pro)curar a
la Tierra y a su vez, cuidarnos a nosotros mismos.
Una vez que comprendemos todas las partes, podemos entre todos los terrícolas armar
este aparentemente complejo rompecabezas sabiendo que si bien unos tienen piezas
más grandes -como los tomadores de decisiones-, todos los terrícolas desde que nos
levantamos hasta que nos acostamos tenemos el enorme privilegio y poder de colocar
también la nuestra propia. Y mientras se trate de colocarla correctamente, todas suman
y cada una es necesaria. Así que manos a la obra y a restaurar a la Tierra con la
perspectiva de Salud Planetaria.
Como lo dijo Douglas Horton, “el arte de la simplicidad es el rompecabezas de
complejidad”