Somos también lo que escuchamos
Texto: Fernando Manuel
Fotografías/Ilustraciones: Aranza Rodriguez
Publicada el domingo 17 de noviembre de 2024 en la columna Crónicas del Antropoceno en el periódico EL INFORMADOR.
Noviembre 18, 2024
¿A qué nos estamos programando con la música que escuchamos?
Independientemente de que sigamos o no los consejos y recomendaciones de los
nutricionistas y expertos de la salud, la gran mayoría de las personas ahora tenemos el
mínimo conocimiento para saber que la alimentación juega un papel fundamental en nuestro
bienestar físico y mental. Pero yo voy más allá, y me pregunto: Si somos lo que comemos,
¿No somos también lo que escuchamos? ¿Cuánto tiempo tardará esta ola de conciencia
para extenderse hasta abarcar la música que escuchamos?
Recordemos que la música es, entre otras cosas, pensamiento y acción. De tal manera que
la música que escuchamos influye directamente en la construcción de nuestro mundo
interior, nuestra personalidad, y por ende nuestra cosmovisión que finalmente determina la
forma en la que interactuamos con la realidad. Por esto es que la música es considerada
como un medio de programación sumamente poderoso, y utilizada en todas las áreas de la
comunicación y recreación, desde los comerciales de la tv, gimnasios, cafés, estadios, y
hasta las campañas de los políticos. Valdría entonces hacernos también la siguiente
pregunta: ¿A qué nos estamos programando con la música que escuchamos?
Esto no significa tampoco que debamos ser demasiado analíticos al respecto, o llegar al
punto de la intolerancia sobre ciertos géneros o estilos, llegando al extremo de prohibir algún
artista y su música. “Prohibido prohibir”, y como sociedad y Estado, se debe garantizar
siempre la libre expresión de las ideas y su manifestación cultural a través del arte. Por el
contrario, creo que nuestras decisiones de consumo individual deben estar siempre basadas
en la conciencia y la razón. Además, una dieta nutritiva y balanceada requiere de una amplia
variedad de sabores y colores, así también nuestra dieta musical.
Pero aquí es donde entra la particularidad del piano, pues a lo largo de mi vida, primero
como consumidor, luego como compositor, he ido descubriendo cómo este género posee un
gran poder para tocar fibras profundas y sensibilizarnos en muchos sentidos. No deja de
asombrarme por ejemplo, cuando algunos de los asistentes de mis conciertos se acercan
para compartirme un poco sobre su experiencia mencionando reiteradamente algunas
palabras clave como “paz” y “sanación”, entre otras propias de los procesos del desarrollo
humano, aún cuando mi música no contiene letra. Como si de alguna manera las ondas
sonoras mismas y su vibración estuvieran codificadas con estos mensajes universales.
Supongo que eso es parte de la magia de la música, y de sus cualidades metafísicas que
hace que a todos los seres humanos nos conmueve por igual. En lo personal, no estoy
seguro si podría decir que la música es una medicina, como algunos afirman, pero sí un
super alimento.
Por último, yo sostengo que una cultura de piano es una cultura de paz. Y tengo el anhelo y
la convicción de que promoviendo su consumo se puede contribuir a la pacificación de
nuestra sociedad y a la transformación de personas más conscientes, sensibles, y humanas.
Como siempre, es un gusto compartir.